dilluns, 19 de gener del 2009

Sobre el cine y la Historia

Antes de empezar esta nota, valga decir que sólo viene de un aficionado a la Historia al que, además, le gusta ver cine. Por lo tanto, espero que me dispenséis los posibles disparates que en lo sucesivo pudieran aparecer. En vuestros comentarios espero, además de aportaciones, las pertinentes correcciones.

En primer lugar, no se trata de una nota sobre cine histórico, ese donde a menudo la imaginación acaba pudiendo al hecho real narrado. Así que los que esperéis una nota sobre pelis de romanos y alguna anécdota sobre Quo Vadis, otro día será.

Me quiero centrar en la relación entre el cine con la realidad histórica de cada momento: cuando el celuloide es un medio para conocer lo que sucedió en el pasado. Y aquí, entiendo que hay dos modelos que ejemplificaré. Por un lado está el cine que muestra una realidad como un documental dramatizado. Por el otro, la inmensa mayoría de películas.

Dentro del ciclo presente y proyectado hasta ahora, el primer grupo -el "documental dramatizado"- no estaria del todo representado. Lo más próximo sería Acorazado Potemkin, pero tiene la enorme salvedad de que se trata más bien de una película de propaganda que de un film estrictamente documental. Por cierto, que inexplicablemente termina justo antes de uno de los momentos más espectaculares de la rebelión: el Príncipe Potemkin cruzará intacto la línea de acorazados enemigos y, para mayor escarnio zarista, conseguirá -por poco tiempo- sumar a otro de los buques rivales, el San Jorge, a la causa.

Una magnífica película inscrita dentro de este grupo de cine documental sería la reciente El Hundimiento (2004), en el que un soberbio Bruno Ganz interpreta magistralmente a un Hitler en ocasiones desconcertantemente... humano. Este film puede verse, sin peligro, como un auténtico documental que, además, tiene la virtud de gozar de excelentes interpretaciones.

En cuanto al segundo grupo de películas, bien, decía que se trataba de "la inmensa mayoría". Dos ejemplos que hemos visto en el ciclo servirán perfectamente. Los Olvidados de Buñuel cuenta la historia de un grupo de pandilleros en un suburbio de Ciudad de México. Pues bien, ¿no es una inmejorable manera de saber cómo eran estos entornos a principio de los años 50 en un país considerado bastante próspero? ¿O cómo aquella sociedad seguía manteniendo gigantescas diferencias de clase?

Por su parte, El Río de Renoir, que parece ofrecer una historia sentimental sin demasiadas complejidades, muestra, asimismo, y tal vez de forma menos inocente de lo que pudiera parecer -Renoir pro Frente Popular, recordemos-, cómo unas élites blancas semiociosas gastaban su tiempo en la India de finales de los 40. Por cierto, que no llegué a saber a ciencia cierta si ya se trataba de una India independiente o aún colonial.

Óbviamente, no todas las películas aportan el mismo grado de realismo ni sirven para ilustrar a un espectador de otros tiempos futuros sobre cómo era la vida y el pensamiento en un lugar y en una época determinada. Pero la gran mayoría sí, por bien que involuntariamente. Pensemos: ¿dónde mejor que en un telefilme "de Antena 3 en la sobremesa" es posible saber cómo vive una familia media acomodada norteamericana de principios del siglo XXI? Pues esto será información para quién dentro de treinta o de cincuenta años tenga la -inmensa- paciencia para soportar un producto así.

Todo lo anterior lo expongo para intentar aportar a todos los compañeros del ciclo -y al que quiera de fuera- una forma adicional de ver una película: pensando que filmar Historia no es sólo rodar una colección de batallas o de grandes acontecimientos, sinó que para nosotros en 2009 también lo es el recoger en 1954 las vicisitudes de una pareja inglesa que visita el Nápoles... de 1954.

Ah, de propina un dato sobre Quo Vadis (no me he podido resistir): cuando se desató el incendio de Roma, Nerón estaba en su ciudad natal, Anzio... a 56 kilómetros de allí. Algo lejos para que pudiera ver las llamas desde su ventana mientras tocaba la lira.

2 comentaris:

Doris M ha dit...

No olvidemos que por encima de géneros, estilos, ideologías, etc. el cine siempre es artificio.

Josep Inglada ha dit...

El teu escrit sobre el cine i la historia em fan reflexionar sobre dos temes: el estatut del documental i el temps històric
El Hundimiento es un documental?, No m’ho havia plantejat ja que es una ficció
bassada, aixó si, en la precisió dels fets històrics del testimoni de la secretaria de Adolf Hitler, Traudl Junge. En “El Hundiniento” no hi ha ni una imatge d’arxiu ni testimonis reals filmats

Jean Breschand diu que el documental “ ha de tractar de desplaçar les falses evidencies, d’interrogar les certeses aparents i de replantejar els acostaments a la realitat”.
i també diu que “el documental te la facultat d’unir estacions, confrontar èpoques, mesurar el temps que passa i veure lo que es transforma”

Les reflexions anteriors en fan pensar en dues produccions cinematogràfiques estructurades completamenta diferents al “El Hundimiento”: “Nanuk el esquimal” de Flaherthy i el programa del dijous passat a Sputnik del Canal 33 que van passar la primera part d’un esplèndid documental sobre la música de les guerres: “CSNY/Dejà vu”
En 1922 Flaherthy fa actuar a una família d’inuits en el seu medi per captar la vida de les comunitats primitives en tota la seva originalitat, avui ha esdevingut un documental fílmic i etnològic de culta.
Per altra banda en “CSNY/ dejà vu”, Neil young, músic hippy sexagenari contestari de
la guerra de Vietnam, recupera desprès de 30 anys el seu grup per composar, fer concert i posicionar a la societat contra la guerra d’Irak. Esplèndida musica i imatges del nostre imaginari col•lectiu contractades amb el document de les accions d’oposició a la guerra actual.